Coincidiendo con la luna nueva y el
equinoccio de primavera, el miércoles 18 de marzo se estrenó en el Teatro Duque
de Rivas de la capital cordobesa la obra La cara okulta de Selene Sherry, del dramaturgo
gaditano Juan García Larrondo. La representación, con dirección de Francisco
García Torrado, corrió a cargo de los miembros de la Escuela Superior de
Arte Dramático de Córdoba.
La cara okulta de Selene Sherry, escrita a mediados de los años
noventa y estrenada por primera vez en 1999 por la compañía Lajarana, es, en
palabras del propio autor, “una continuación sobrenatural” a una de sus
obras más premiadas y reconocidas, Mariquita
aparece ahogada en una cesta (Primer Premio “Marqués de Bradomín”),
representada con gran éxito en varias ocasiones y también por alumnos de la
propia ESAD en la promoción del año 2012.
El argumento de esta
segunda parte de las “Comedias Selektras”, como Larrondo las denomina,
narra, de manera desenfadada, divertida e, incluso, disparatada, cómo la Virgen María , para
que los hombres entiendan lo que significa exactamente su mensaje de “amor
universal”, resuelve enviar nuevamente a la Tierra , con los vivos, a la fenecida Mariquita
Vargas, protagonista de la primera entrega, esta vez reencarnada en una
prostituta hermafrodita llamada “Selene Sherry”, que será la encargada de
anunciar a la Humanidad
la llegada de un nuevo orden terrenal a la par que, en el Universo, mientras
tanto, la Tierra
y la Luna sufren
una conjunción perfecta y una invasión de Selenitas propagan por todos los
planetas el “virus del amor total”, que propiciará el nacimiento de una nueva
era: La Era Andrógina.
Para García Larrondo, La
Cara Okulta de
Selene Sherry no es una pieza de teatro convencional: “Es un
canto utópico a lo imposible, una internación de las fronteras entre aquéllos
hombres y mujeres transparentes que anhelan ver lo nunca visto. Teatro con
delirios de cine. Es, en suma, una declaración de amor en tiempos de guerra”. Y
añade: “No ceso de pensar en ocasiones que he podido escribir algo que muy
pocos comprenderán, que quizás no llegue a transmitir totalmente la esperanza,
la alegría y la ingenuidad con la que fue inicialmente concebida. Algunos
aspectos formales pueden sorprender, incluso escandalizar. Lejos de mi
intención está el inflamar la moralidad o denostar las creencias religiosas de
nadie. Los dioses no nos pertenecen. Se dejan interpretar, querer u
olvidar en libertad. Por eso, cuando la escribía, no quería que nada, ni los
propios límites de la
Literatura , me impidiesen derramar todas esas fantasías que
brotaban impulsivamente dentro de mí. Se que sobra el decirlo, pero creo que no
hay actos más perdonables en el ser humano que aquéllos que se comenten en el
nombre del Amor y, esta obra, es uno de ellos”