Apología de amor tiene
un aire a humor absurdo, que podría pasar por descendiente de lo mejor de
Jardiel Poncela, y que sin embargo aparece tardíamente en la pieza, casi al
final, cuando el enredo de identidades permite a la dramaturga sacar su varita
mágica y el sombrero, para convertir a la puta descarada y sin empatía en un
viejo amor adolescente del cliente, capaz de perdurar para el resto de los
días.
Desde un
principio, la borrachera de los personajes los empuja a la invención. La
invención de historias para mantener el flujo de la pasión y huir de la muerte
-tal y como le sucede a Sherezade en Las mil y una noches-, pero también la
invención de sí mismos. La puta y el cliente se configuran de este modo en
personajes marcados por la desconfianza hacia el otro y hacia sus sentimientos.
Su psicología es difusa y en gran medida retórica: Son las palabras que
autodefinen las que acaban configurando personalidades exentas de intensidad
emocional, pero deseosas de acabar con su brutal desasosiego cuanto antes.
Puta y
cliente devienen en un mismo tipo de persona irreflexiva y despiadada, y por
este motivo se reencuentran. Lo que parecía un accidente acaba siendo un pacto
deliberado que pretende redimir todos los actos fallidos, todos los equívocos,
todas las mentiras, todos los excesos y todas las heridas cometidas en los
otros. Lo que en un principio parece una simple transacción sexual y económica,
acaba siendo un juego de supervivencia y de perpetua condena. La habitación en
la que se pacta el juego, es desde este punto de vista, la expresión espacial
de los infiernos personales que cada uno de los dos protagonistas viven.
Destaca en
la obra de Escabias el sentido del ritmo, y el uso de lo inesperado. La
acumulación de sorpresas vaticina un final descabellado, capaz de destruir el
aparente realismo con el que comienza la pieza. Y así sucede. Por lo demás,
estamos ante una arquitectura dramática sobria y eficaz, capaz de generar
tensión permanente con el mínimo de elementos.
El lenguaje
poco apropiado para una puta se descubre como el apropiado para alguien que no
es exactamente una puta. Y lo mismo sucede con el cliente. En este aspecto, el
lenguaje no sigue las mismas pautas de cambios radicales de sentido que sufren
las acciones; y se muestra a sí mismo envolvente, sometido a una artificialidad
que a nuestro juicio resulta innecesaria, toda vez que desvela desde el
comienzo una inocencia que podría reservarse por entero al desenlace.
Apología de amor es, finalmente,
el retrato de un sociedad inmadura incapaz de verse al espejo, necesitada de la
ficción para poder estimular de manera animal los centros de placer, pero
inconsciente con respecto a sus actos. La mentira triunfa sobre la verdad de
modo peripatético, y los seres, confundidos, a pesar de adoptar y mantener
roles muy diferentes, sueñan con el acomodo y el paroxismo, a pesar de lo
apologético de sus expresiones emocionales, alejadas de cualquier auténtica
emoción.
Julio Fernández Peláez
Tienes el libro en http://www.edicionesirreverentes.com/teatro/ApologiaAmor.html