-¿Cómo
profesional del teatro, qué sensación tiene con la noticia del cierre de tres
salas y la posibilidad de que en el resto de año puedan cerrar más
salas?
-La sensación es de impotencia y de
desolación. Impotencia por ver y padecer la incompetencia de unos políticos
(inservibles a todo lo que no sean ellos mismo y sus chiringuitos de casta) y no
poder hacer nada para cambiarlo. Desolación, porque estamos ante la
desaparición anunciada de un sector (el privado) que es el motor general del
Teatro, y porque lamentablemente van a cerrar o desaparecer bastantes teatros
más.
-¿Los empresarios
teatrales sienten que hay competencia desleal por parte de las administraciones
públicas? ¿Por qué?
-No solo sentimos la competencia
desleal, sino que la padecemos. Hay tal invasión de espacios y de ofertas, con
el dinero de nuestros impuestos, que en vez de ser complementarios y crear
sinergias conjuntamente, se están convirtiendo en nuestros sepultureros y tienen
las miras tan altas que no se dan cuenta que nuestra destrucción será la suya
también.
-Bajar el IVA al 2.5% para las 140
primeras funciones, y el 5.5% a partir de la representación 141 (como en
Francia).
- Que los locales de Teatro estén
exentos del IBI como “templos” de la cultura, dado que por calificación
urbanística no pueden ser dedicados a otra actividad.
- Que las inversiones en cultura y
principalmente en Teatro gocen de exenciones como las “empresas estratégicas” y
las de bienestar general.
- Que nos ayuden a crear un fondo
común para las producciones, equivalente al de Francia.
-Quizá pueda parecer
una pregunta ingenua, pero ¿qué colaboración han tenido por parte de la
todopoderosa SGAE los empresarios teatrales en estos años para hacer viable su
trabajo?
-Por parte de la SGAE no solo no
hemos tenido ningún tipo de ayuda sino que por el contrario han invadido, como
elefante en cacharrería, el campo de la exhibición con dinero que no les
pertenece.
Por otra parte están intentando, en
plan “bolchevique” crear un impuesto de pagos mínimos para aquellos locales que
precisamente facturen poco. Es decir, para apuntillar el que está moribundo